Concienciación. Remediación. Responsabilidad
La verdad incomoda al principio, pero luego nos marca los objetivos
Los equipos de ingeniería hoy cargan con una larga lista de responsabilidades. No solo deben entregar software de calidad, sino también deben ocuparse de la observabilidad, la seguridad, los costes… y un largo etcétera que no deja de crecer. Todo esto genera una enorme carga cognitiva, y por eso es crucial gestionarla bien.
DevOps, DevSecOps, FinOps… cada una de estas capas culturales que nos ha traído la nube acaba cayendo, de una forma u otra, sobre los equipos de desarrollo. Y aunque está más que demostrado que un modelo de responsabilidad compartida funciona mejor, este no se adopta de la noche a la mañana.
Si un equipo nunca ha trabajado con observabilidad porque dependía del equipo de SRE, no puede asumir mañana que la latencia y los errores son su responsabilidad. Si nunca ha tenido que mirar la factura, no va a optimizar costes de repente. Si nunca ha tenido que pensar en seguridad, no va a integrar escáneres en los pipelines por arte de magia.
La clave, como casi siempre, es ir poco a poco. Hoy os cuento la metodología que que siempre me ha funcionado, y que consta de tres fases muy bien definidas.
Concienciación
Lo primero es concienciar al equipo. Y nada es tan efectivo como enseñarles lo que hay debajo de la alfombra. Un dashboard con errores, latencias, costes o vulnerabilidades, y explícales que, a partir de ahora, esos números importan... y son su responsabilidad.
Créeme. Nadie es realmente consciente del estado de su software hasta que ve las entrañas así, sin filtros. Y cuando lo ven, se asustan. Y está bien que se asusten. Ese impacto es el que queremos, porque lo que buscamos es un cambio de mentalidad.
Además, cuando empiezan a mover una métrica y ven resultados —menos latencia, menos vulnerabilidades, un 20% menos de costes— aparece un refuerzo positivo que los puede motivar a continuar.
Durante esta fase es esencial crear un entorno seguro. Nada de culpas, nada de señalar. Solo entendimiento y responsabilidad compartida. Mostrar que lo que hacemos tiene un impacto directo en el negocio cambia completamente la actitud del equipo.
Y luego está que a ningún equipo le gusta que sea su servicio el que está siempre en rojo.
Remediación
Una vez visto el estado real de las cosas, toca actuar. Pero no a lo loco.
La intención aquí no es abrir diez frentes a la vez, sino priorizar. En esta fase suelen aparecer muchas iniciativas, pero sin foco se pierde dirección. Por eso es importante establecer objetivos SMART: concretos (specific), medibles (measurable), alcanzables (achievable), relevantes (relevant) y con un plazo claro (time-bound).
Ejemplos típicos:
Reducir un 30% las vulnerabilidades críticas en el próximo trimestre.
Identificar las 3 cargas más caras y elaborar un plan de optimización.
Definir y activar alertas básicas de SLO para los servicios clave.
Aquí también es donde se destapan las carencias de conocimiento. Y hay dos caminos:
Formar al equipo, y hacerlo bien.
Traer el conocimiento, ya sea mediante consultoría o contratación.
Y, por supuesto, proporcionar buenas herramientas.
Responsabilidad
Cuando el equipo ya sabe qué mirar, cómo mejorarlo y cuenta con las herramientas y habilidades necesarias, llega la fase final: la responsabilidad plena. En este caso me refiero a responsabilidad como accountability, que implica que se asuman consecuencias si no se cumplen con los objetivos.
A partir de aquí, estas áreas dejan de ser “trabajo adicional” y pasan a ser parte natural del día a día:
Todo está monitorizado correctamente.
Hay reportes periódicos que se revisan en equipo.
Los costes se entienden y se gestionan.
La seguridad está embebida en todo el ciclo de desarrollo.
La calidad está instrumentada, no asumida.
Esta es la auténtica madurez. Cuando la mejora continua está integrada y alineada con los objetivos del departamento y del negocio.
Llegar aquí lleva tiempo —meses o incluso años— y depende mucho del punto de partida, la inversión en herramientas y la formación. Pero es un destino al que merece la pena llegar. Cuanto más control tengamos sobre la calidad, seguridad y costes de nuestro software, más competitivo será nuestro producto y más capacidad tendremos para innovar y adaptarnos.
¡Muchas gracias por leerme!


